lunes, 11 de junio de 2012

La hija del juez Garzón da la cara por su padre

Texto de A. del Campo en elplural.com

Cuando el fiscal emitió su alegato en la sala II del Tribunal Supremo expresando su seguridad de que el juez Garzón era inocente de prevaricación, María rompió a aplaudir. “Me salió del alma”. Tras comunicarle la sentencia de inhabilitación, padre e hija se abrazaron y sin decir nada, quedó todo dicho: “ya ha terminado”. Pero a María Garzón le quedaba aún algo más, gritar a los cuatro vientos su desacuerdo. Lo ha hecho en un libro, “Suprema injusticia”

Ya tras la condena por el caso Gürtel, María redactó una carta pública a dirigida “a todos aquellos que hoy brindarán con champán por la inhabilitación de Baltasar Garzón”. Un escrito lleno de dignidad que se reprodujo en medios informativos de todo el mundo. Era la primera vez que alguien de la familia se expresaba después de dos años de difamaciones y todo tipo de intrusiones en su vida personal. Ahora lo hace de forma más reposada en “Suprema injusticia”, título del libro que ha escrito, y en el que explica su verdad. Considera que se lo debe a su padre y a su propia paz interior

María vivió los juicios intensamente. Había dejado su trabajo en la Fundación de una entidad financiera, para poner en marcha su propia empresa de comunicación. Algunas mañanas se acercaba a ver entrar a su padre en el Tribunal Supremo. Después seguía por Internet el proceso. Por las tardes, con su bebé en brazos, acompañaba a la abuela que había llegado a Madrid para estar cerca del hijo. A veces se tenían que conectar a la cadena de televisión ultraconservadora Intereconomía porque no conseguía contactar con la señal de RTVE. “Cuando ha hablado mi padre, los comentaristas decían “se han dejado amedrantar, les ha hecho la envolvente”. Claro, es que mi padre les desmontó todos los argumentos, había preservado el derecho de defensa. Por eso duele tanto esa sentencia, por la injusticia”, comentaba María.

De pequeña quería ser actriz y bióloga como su madre. Nunca pensó en estudiar derecho. Acabó licenciándose en publicidad. Hasta los diez años su padre era una persona con la que jugaba y que la hacía reír. La entrada del juez en política, supuso el principio de la ausencia, una situación que odiaba hasta el punto de que recuerda que el día en que Garzón dejó el cargo, ella, con once años, se echo en sus brazos contentísima. “Nunca más lo vuelvas a hacer”, regañó a su padre.” Los comentarios en la calle, los periódicos…yo tenía la sensación de que los políticos eran mentirosos y yo no quería que mi padre fuera uno de esos mentirosos”.

Piensa María que su padre se equivocó entrando en esos asuntos y que lo hizo por ingenuidad. “Yo también pensé que a lo mejor lo que había que hacer era entrar en un partido político cuando la guerra de Irak”, comenta con la misma candidez. A Garzón le acusaron de dejar su puesto en Interior porque su ambición era mayor. “Pero eso no era verdad, él quería el Plan Nacional de Drogas, no deseaba ser ministro. Hablaba de ello en casa normalmente. A nosotros nos decía lo que sentía”. María insiste en que a pesar de las medidas de seguridad y de los escoltas “como de la familia”, todo era bastante normal “bueno, salvo que en las comidas comentábamos casos de genocidio y lesa humanidad”.

María, la hija del juez Garzón
La vertiente pública del padre ha provocado muchos problemas en la vida familiar y sobre todo el acoso de algunos determinados medios informativos. “El caso de los cobros de Nueva York fue lo más desquiciante porque no había nada, era sencillo demostrar que no existía delito pero el juez instructor fue para adelante, hacia atrás… Metió mi empresa sin informarme, cuando se había constituido cinco años después. Y era tan sencillo como mirar las cuentas: gané 6.000 euros en el 2010 y tengo unos ingresos totales del 2011 de 18.500 euros de los cuales la mitad son impagados…” Dijeron de todo, como que Botín había pagado su boda, (“¿qué haces enseñar la factura? No quiero. No he visto a Botín en mi vida y yo contra él no tengo nada a favor o en contra más de lo que pueda tener contra los banqueros en general”).

La capacidad de difamar llega a extremos que los Garzón conocen bien. Como el día que el vecino les felicitó porque en una tertulia dijeron que al padre le había tocado la lotería. Lejos de disfrutar de un progenitor multimillonario María vive en un piso de una localidad madrileña que su marido explica con orgullo paga religiosamente él. Su hermano Baltasar tampoco lo ha pasado mejor. El mes que vivió en un poblado colombiano amenazado por las FARC se convirtió en que el hijo de Garzón era guerrillero, según alguna prensa vociferó. El peor día de todos fue el de la salida de la Audiencia Nacional, con Garzón suspendido como juez. Ella no podía estar allí porque acababa de dar a luz a su hija. La niña –explica- les ha salvado a todos en este tiempo de zozobra en el que no había más tema de conversación que las cosas de la pequeña. ¿Cómo se explica lo ocurrido a Baltasar Garzón?

Piensa su hija que mucho tiempo atrás ya estaba siendo incómodo, incluso en su época política. Que hay gente que se ha ido guardando cosas, de tipo personal, o que rechazaban una forma de trabajar que impide salir de la norma o de la doctrina porque si no, se atenta contra el estado de derecho. Reflexiona además que durante años se ha estado cercenando la justicia universal; que la amenaza terrorista ha bajado. “ Él, ahora, no es tan necesario”, piensa María. ¿Y el narcotráfico y las mafias? Pues bueno, que a lo mejor ya no se ve como algo tan importante o no interesa verlo. Y claro, concluye, que Garzón abrió el proceso contra los dos grandes partidos…

Ahora la relación con su padre ha cambiado. Se ha quedado como desangelado, dice, todavía sin asimilar lo ocurrido. María Garzón está ahí, para ocuparse de sus cosas y gritar que es una injusticia.

Disponible en LIBRERÍA SORIANO: "Suprema Injusticia", María Garzón. Planeta 2012. 144 págs. 14'90€

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